Época: UnidadGrecia
Inicio: Año 334 A. C.
Fin: Año 323 D.C.

Antecedente:
Alejandro y el Imperio Universal



Comentario

En la figura de Alejandro se plasman algunos de los problemas propios del período de transición que se traduce en la definición de nuevas relaciones entre griegos y bárbaros. Alejandro ha recibido apoyo griego en cierto modo por el hecho de que representaba la posibilidad de esclavizar poblaciones sometidas como bárbaras, para evitar la difusión de otras formas de supeditación que podían afectar a los griegos. Los mismos escritos aristotélicos se definen en este sentido, en el de garantizar y extender la esclavización del barbaro, esclavo por naturaleza. Por ello, uno de los vehículos utilizados por los enemigos de Alejandro fue la acusación de aproximarse a los bárbaros, por adoptar formas orientalizantes o por vivir en el lujo que habitualmente se atribuía a los monarcas persas. Es el caso de Efipo, autor perdido, pero que ha dejado sus huellas en los escritos posteriores identificados como pertenecientes a la tradición vulgata.
Paralelamente, resulta que toda la tradición posterior de la teoría de la realeza tiene su apoyo en Alejandro, fundamento de argumentaciones variadas en torno a la definición de una u otra forma de monarquía. El caso es encontrar un ejemplo que sirva para la justificación de la legitimidad, apoyada desde ahora en su personalidad, compleja y polisémica. La postura representada por Aristobulo refleja el antagonismo irreconciliable entre Alejandro y Darío, de los macedonios que luchan contra los persas sin ninguna posibilidad de reconciliación. Es la doctrina que trata de conservar al Alejandro exigido por quienes lo apoyan para conseguir que se lleve a la práctica la doctrina de la superioridad del griego sobre el bárbaro. Por el contrario, Duris de Samos representa un Alejandro corrompido, que ha traicionado los proyectos que ponían en él sus expectativas. Timeo refleja una evolución, desde el conquistador griego que puede llevar a la práctica el programa de Isócrates hasta el Alejandro corrompido por sus aduladores que ya no se halla en condiciones de hacerlo.

En la práctica, la realeza inaugurada por Alejandro, entre griegos y bárbaros, se convierte en modelo de los aspirantes a formas de realeza inmediatamente posteriores. Demetrio Poliorcetes, autodefinido como Rey Demetrio, y no sólo como Rey de los macedonios, apoya sus formas divinizantes en la identificación con Dioniso a través de Alejandro. Con ello se inicia un nuevo camino, que hace posible que las formas de la realeza, a través de la imagen de Alejandro que sirve de elemento de promoción, con base aparentemente occidental, puedan prescindir de los rasgos orientalizantes y, por tanto, de la identificación con el bárbaro, para servir de apoyo a figuras como Pirro y Lisímaco. En cualquier caso, la realeza apoyada en el Alejandro oriental para crear un nuevo Rey helénico, se contrapone a la otra forma de realeza que trata de aproximarse lo más posible a la tradición macedónica, la representada por Casandro, heredero teórico de la monarquía nacional.

Más complicado era el escenario en que se define la realeza de los Seléucidas, en plena Babilonia, donde se impone la tentación mesopotámica a través de las satrapías aqueménidas, o el de los Lágidas, que en Egipto configuran una realeza donde los elementos faraónicos se interfieren con la imagen creada por Alejandro, escenificada en Alejandría, escenario de la creación historiográfica de Clitarco y Ptolomeo, recogida por Arriano de Nicomedia en época de los emperadores Antoninos. El héroe griego, representado por Heracles, se une a la imagen del conquistador realista, base teórica de la teología evemerista. Lo griego y lo bárbaro se conjugan inseparablemente para dar lugar a una nueva imagen de la realeza.